Y eso le pasó al Honorable Juez Federal Manuel Barbosa, orgullo potosino y mexicano sin duda.
Para mí, mi marido, amigos cercanos, familiares y comunidad en general, ser testigos del “bautizo” de una calle con el nombre de Manuel Barbosa en su querida ciudad, Elgin, Illinois, fue un honor sin precedentes.
Mucho quisiera contarles de “Manny” (como le decimos quienes disfrutamos de su auténtica amistad); de los incontables honores que ha recibido en vida por la labor en diversas áreas del quehacer humano: como juez, como escritor, como catedrático y como un digno representante de lo que consideramos “binacionalidad”.
Amante de la Historia como ciencia y como pasatiempo para él quizás, el juez Barbosa no pierde oportunidad de hablar de las figuras que de alguna manera moldearon nuestras sociedades actuales. Me cayó bien desde que le oí decir hace casi 20 años que él veía mejor películas o leía libros de alto contenido digamos biográfico, o relacionado a hechos “reales”, y no de ficción, ya que así sentía que se deleitaba con la lectura a la par que aprendía algo.
Conversar con él es aprender rapidito del porqué sucede lo que sucede en la actualidad si nos vamos a nuestro pasado. Para mí, que siempre ando “contrarreloj”, pues es una ventaja conocer mucho gracias a personas que como él, se tomaron años en descubrir, y sobre todo sintetizar de la manera más objetiva posible. Gracias a Dios, porque así no tendré que leer todos los libros que ha leído y conocer hechos de manera divertida.