…Retomando la canción popular de principios del siglo pasado…
“Por más que la gente me juzgue texano
yo les aseguro que soy mexicano…
de acá de este lado….”
Nadie podrá decirme que no soy bien intencionada. Luego de un viaje para compartir la reunión de generación de estudiantes de secundaria, y ver a amigos (casi hermanos) luego de casi 40 años de sólo recordarlos, regreso específicamente a Monterrey por “motivos de trabajo”. Luego, y por razones netamente emocionales, y para asombro de no pocos, me quedé casi un mes... Ahora sí que la frase de mi mamá de "ésta vive como gringa retirada" me vino al pelo. Claro que su frase no se refiere a mí, sino a una vecina y amiga que cruzaba la frontera México-Estados Unidos Americanos como si fuera suya. ¿Qué pensaría Donald Trump si supiera la historia que estoy por contarles?
Pues sí, la vecinita, Doña… Doña... (mejor no les digo el nombre) había trabajado en Texas por muchos años. Crió a su familia a puro español castellano... ("que al cabo y en la escuela les enseñan el inglés", solía decir) y ahora, gracias a que hizo sus ahorritos, pues medio que remodeló su casita, compró almohadas y colchones nuevos. Puso su huertita familiar, un par de gallinitas y limpió la noria "pa’ tener agua decente"... ¿qué más podía pedir la Doña-Doña...porque hasta viuda había quedado... así que cuando medio se cansaba, pues agarraba la "mica" y se iba de nuevo "pal otro lado" al menos a comprar pan de rollo glaseado de canela con pasitas de uva...sí esos riquísimos que nosotros los fronterizos teníamos como un lujo sabatino...
Nosotros, íbamos de compras al otro lado, no por ser "malinchistas" o mala onda. Más bien era porque en mi pueblo, en aquel entonces, en las tiendas nomás había huevos, azúcar, chile, tomate y cebolla. Sí, como varias veces he comentado, yo, al chayote tuve el gusto de conocerlo hasta los 19 años de edad por un novio capitalino (de ascendencia oaxaqueña) quien me lo presentó en una ensalada que le quedaba estupenda.
Siguiendo con el tema, cada vez que alguien iba de compras, nos traían esos panecillos. La tiendita estaba justo en el puente de entrada en "Igle Paz" (ahora yo lo pronuncio más al tono de acá: "Igol Pes". Se escribe Eagle Pass)... extrañamente, las personas que nosotros identificábamos como "chicanos o pochos" (y sin afán de ofensa) preferían (quizás con dejo de sentimiento de culpa por abandonar la tierra que los vio nacer) decirle Paso del Aguila… Así en reverendo castellano.
Mis amigas (que no eran pocas) y yo cruzábamos la frontera solo diciéndole al aduanal que "vamos aquí cerquita a comer una "banana split”... aquí nomás a la tienda Kress"... sí esas que eran de la Woolworth... ¡qué delicia para cualquier adolescente talla 2, 3 o máximo 5 (ahora soy 18...¡gulp!) y cuando aún no había las neverías "michoacanas", esas que ahora inundan el Norte de México, pues era así como el paraíso... esa mezcolanza de fresa, vainilla y chocolate con mermelada de fresa y un plátano pa’ rematar... ay Dios, valía la pena el viajecito que hacíamos en un poquito más de una hora en coche (y a 120 kilómetros por hora). Ahora, y gracias a que un político se adueño de la región carbonífera y quiso tener su autopista, pues la hacemos en una carretera de pago, en 40 minutos.
Siempre había alguien a la que se le olvidaba la mica o por miedo a avisar a nuestros papás, no la llevábamos, pero el agente aduanal ya nos conocía y a mí me decía "pásale guerita... que al cabo sé que no vienes de "mojada" y que me aceptaba con todo el “liacho” de amigas, unas de ellas no tenían "papeles" pero iban bajo mi responsabilidad... de nuevo: ¿qué pensaría Trump de esto?
Y regresábamos, porque la verdad nunca tuvimos la intención de abandonar nuestra tierra por mucha "banana split" o manzanas realmente coloradas que hubiera...
Así que nosotros los fronterizos nos criamos "como gringos". Hasta la leche era gringa porque la pasteurizada no existía en mi pueblo...además "sale muy caro hervirla, ni que el gas de la estufa me lo regalaran"... (frase de mi mamá). Así que había que hervirla y hervirla hasta que casi se secaba. Lo de esta "hervidera" era que creaba arriba una natilla que sabía deliciosa en tortilla de harina y sal. La buena leche, la mejor la tenía la familia Torres... lo que se pierden mis paisanos del Sur...
Y ¿qué decir de la ropa, las herramientas, los juguetes (que no eran chinos entonces), los dulces, especialmente los que llegaban de la desaparecida fabrica Brach de Chicago y que se encontraban hasta en el más pequeño pueblo de Estados Unidos para ser la delicia en la Noche de Brujas (Halloween), el Día de la Coneja (Easter) y el Santo Clos, (Navidd) porque los Reyes Magos, en el Norte de México brillaban por su ausencia.