Sería sin duda un título largo, pero estoy confundida con los significados de los eventos que suelo vivir durante la semana, y este es el caso de la película "Maudi", sobre la pintora nacida en Nueva Escocia y que se ha convertido en un filme de interés a nivel internacional.
En esta sesión especial en un cine club de Oak Park, Illinois, en el que nos damos cita mi amiga Doris y yo los primeros martes de cada mes a mediodía, le quedé por otro lado mal al compositor Richard Wagner. El compositor alemán decía que si una obra te hace llorar y te provoca sentimientos lacrimógenos, no es buena y apela a los sentidos y emociones personales y no al talento de su autor… Bueno no lo dijo así, pero igual; así que ésta es quizás la segunda película en la que lloro a raudales.
La historia de Maudi Lewis es una de las más hermosas que he visto en la pantalla grande. Esta frágil pintora hace precisamente lo que le gusta: pintar lo que ve a su alrededor utilizando perspectivas y formas tan ingenuas que sólo pueden venir de espíritus inocentes y amorosos los que (creo) enfrentan los pormenores de esta vida matraca creando realidades sublimes, las que de paso, nos permiten sobrevivir la violencia emocional.
Maudi sufrió desde siempre de artritis reumatoide que le daba aspecto de no tener capacidad mental. Se sobrepone al dolor físico y al emocional que esta condición puede provocar, especialmente si consideramos como se trataba a las personas “diferentes” en los años cuarentas del siglo pasado. Viéndose rechazada por su hermano (que la despoja económicamente) y una tía, y a pesar de esa aparente debilidad, toma la decisión de abandonarlo todo e irse a vivir con un hombre emocionalmente inestable y violento ofreciéndose como “ayuda doméstica”.
Los primeros días de esta nueva vida podrían matar a cualquiera de nosotros, especialmente a las mujeres que ya estamos viviendo otro estilo de vida...
Imagínense amiguitas vivir con un hombre como Everett Lewis (así se llamó en vida el susodicho) quien le restregaba en la cara que primero en su vida estaban él mismo, los pollos y animales de granja y muy después Maudi, quien luego de vivir ese “amor incomprendido” le “exige” el matrimonio y pues se casan.
Al final de la vida de Maudi supieron que el amor y la tolerancia lo pudieron todo… a lo mejor y yo ni sabría como “masticar” esto… ¿que los pollos son más que yo? ¡Ay Señor Jesús!!... Bueno, también en la actualidad de que los hay, los hay… no serán pollos, pero quizás si sean autos, amigos, trabajo, oficinas, amantes en las oficinas o cosas materiales lo que prefieren algunos chamacones antes que las propias esposas o “amantísimas” amantes…(¿saben que hay también amantes que no aman ya?)
Prosigo: En una zona casi desolada, Maudi logra inventar su vida empezando a pintar las paredes de su minúscula casita con flores y más flores y casi por “accidente” llega a tener un éxito rotundo por las pinturas que crea.
Y me llegó el mensaje venido de una escena casi imperceptible, pero para mí la más importante: El mundo realmente ya está enmarcado. Solamente tenemos que escoger el ángulo, la perspectiva y ponerle nuestros colores, y esta frágil artista puso estos elementos no solo muy claros, sino casi rayano en la belleza que emerge solo de la simplicidad.
Casitas y muchas, muchísimas flores y colores de amor dieron como resultado lo que la artista veía y lo demostró en cada una de sus obras. Piezas pequeñitas de arte que empezaron siendo tarjetas postales vendidas a cinco centavos (de aquel entonces) a los pobladores de esa región de Escocia, luego a galeristas y finalmente a los promotores de arte que hicieron interesar a los medios de comunicación de entonces, y ahora al cine internacional. Maudi es interpretada soberbiamente por Sally Hawkins y Everett por el guapo y talentoso Ethan Hawke.
Tanto su vida es interesante al igual que su obra…o ¿será que vuelvo a las “andadas” de querer pintar?
Podría ser la solución a ese desorden que tengo de “compradora compulsiva”. Muchos colores en un solo lienzo podrían evitar querer tener infinidad de cosas en una sola habitación…No puedo resistirlo más…
Saludos, Nora