“Reporteando” para escribir algo a algún periódico aprovechando la oportunidad de estar presentes en los funerales de Elizabeth Bowes-Lyon, madre de la actual Reina Elizabeth II
“Reporteando” para escribir algo a algún periódico aprovechando la oportunidad de estar presentes en los funerales de Elizabeth Bowes-Lyon, madre de la actual Reina Elizabeth II
Vaya frasecita que lanzó el reverendo de Chicago durante la ceremonia en la cual este día, Harry, el nieto de la Reina Isabel II e hijo de la fallecida Princesa Diana y el Príncipe Carlos, contraía nupcias con la estadounidense Meghan Markle.
Ante los atónitos (algunos aburridos) ojos de los aproximadamente 600 invitados a la misa, el reverendo Michael Curry se “comió” el espectáculo que personas como yo presenciamos por la televisión sumándonos a los millones en todo el mundo.
Del Cantar de los Cantares de Salomón, sí, el de la Biblia, se tomaron otras como las que dieron razón a un discurso, digamos sermón, que traspasó las fronteras del Reino Unido. Los enunciados me parecieron trillados porque me esperaba un mensaje de amor que iría dirigido a la pareja… indudablemente soy una irreconciliable cursi y soñadora.
Los presentes escucharon al reverendo con la cara “hecha plato”. Sólo bastaba ver la cara del compositor y cantante Elton John y la de uno que otro bostezando.
Mi marido viendo parte de los miles y miles de ramilletes durante el funeral de la Reina Madre en Londres. Marzo del 2002.
Lo que pasa es que quienes conocen a Harry y a Meghan, saben de las causas filantrópicas en las que se han visto envueltos y las frases como las de “ser buenos vecinos”, “querer al prójimo” y desear que su hogar futuro “esté lleno de hospitalidad hacia los demás”, pues no eran extrañas para la joven pareja.
Este sentimiento en común dicen que los unió cuando se conocieron los tortolitos que en este día parecían nerviosos, tensos. Ella, con una sonrisa congelada que nunca desapareció de su cara; una “cara Lavada” porque apenas llevaba maquillaje. Sin adornos en el vestido, apenas con unos sutiles aretes y la corona, impresionante por su sencillez, Meghan apenas se dejaba lucir. Quizás por su estilo simple, quizás por marcar la diferencia entre una boda REAL como la del heredero William con su duquesa Kate, lo cierto es que ésta ceremonia, apenas fue lo que diríamos “espectacular”. Fue su estilo.
Muchos hicimos chistes de que habíamos sido invitados y estábamos disfrutando de la ceremonia. Otros lanzamos los risibles “memes”; otros nos conformamos por recordar desde el sofá de la casa. Y aquí entro yo.
A mi mente llegaron las escenas de cuando llegué a Londres a invitación de mi marido para luego lanzarnos a Francia y quedarnos unos buenos días por allá. Me acuerdo de un hotelito chico en un barrio que me impresionó por su blancura. No caro, pero sí elegante. Me encantó la decoración del mismo. Mi estilo, a pesar de que a veces quisiera vivir como viven los habitantes de los desiertos de Mongolia o los indígenas de la huasteca potosina, va con éste.
Me gusta el estilo práctico, sin “higadetes” (término que usaba mi mamá para decir que era una decoración abarrotada de elementos); de líneas clásicas, pero no minimalistas. Eso de que los muebles, las paredes, los pisos no muestren “personalidad” no va conmigo. El vacío de las formas me provoca una
ansiedad sin fin. Siento que refleja una soledad espantosa… y yo sola, nomás no.
De Londres recuerdo los funerales de la reina madre. La madre de la actual reina Elizabeth II y bisabuela de William y Harry, y de muchos otros: Elizabeth Bowes-Lyon. Una bisabuela realmente “campechana”. Vivió hasta los 101 años con una sonrisa que todo mundo veía real, no ficticia que decían era producto
de sus “whiskies” que tomaba por la tarde.
Durante nuestra estancia en Londres, vi cómo el pueblo británico la amaba, la respetaba y la lloró el último día de su vida. Ahí estuvimos firmando el libro de visitantes a los fujerales mi marido y yo… como si eso nos
hiciera pasar a la historia… jajajaja.
Leí un poco sobre su vida, sobre su valentía al alentar a las fuerzas británicas durante la Segunda Guerra Mundial contra Hitler; de sus palabras ante el derrumbe de edificios enteros… ante la muerte verdadera. Con el ejemplo motivó a las tropas y a sus “súbditos” al no abandonar su país a pesar de que le recomendaron exiliarse para proteger a la monarquía y regresar cuando todo estuviera en “calma”. La familia real se quedó y pues lo demás es historia. Por lo pronto, les comparto las fotos que me dicen, mientras escribo esto, que debo darme otra vueltecita por allá.
Saludos
Nora.
A la izquierda la reina Elizabeth durante la guerra y en la derecha retrato de la reina Elizabeth.