Velia y su incansable "traca traca" extendiendo sus tortillas...
Una cocina muy acogedora. El olor del trigo quemadito devuelve el alma al cuerpo, especialmente luego de una noche sin cenar.
Velia y su incansable "traca traca" extendiendo sus tortillas...
Una cocina muy acogedora. El olor del trigo quemadito devuelve el alma al cuerpo, especialmente luego de una noche sin cenar.
Como en mis primeros días cuando emocionada llegué por primera vez a Chicago y Mechita Salazar me recibió con los brazos abiertos y unas tortillas de harina recién hechas, así me sentí en mi primer día al regresar a mi pueblo que tanto quiero.
Luego de una ausencia forzada de un poco más de un año, me despierta un rico aroma típico que llega hasta mi casa. Me refiero al que uno disfruta cuando se están cocinando las tortillitas de harina de trigo. El comal les “revienta” su propio olor.
Eran las tortillas de Velia. Aún cuando no quisiera demeritar las que hacen otras cocineras, las de esta incansable trabajadora, son inmejorables.
Sudando la gota gorda y en su amplia cocina medio hecha para tal propósito, y la que sirve también de sala para echarse una buena plática, Velia no para. Empieza tempranito y al final del día, digamos ya entrada la noche, la sigues viendo “paloteando” a mano unos teztales (bolillos de masa de harina de trigo) y extendiéndolos en forma circular perfecta.
Para eso se require técnica, y mucha práctica… y como dice mi mamá, AMOR. Ese es el principal ingrediente.
Parece que a Velia le encanta su trabajo a pesar de lo extenuante que puede ser físicamente. Empieza tempranito y no se queja ni siquiera de estar parada diariamente. Cualquiera ya tendría unas buenas várices a consecuencia de estar todo el santo día “echándole ganas”, según dice. Ella, ni siquiera se queja de no tener soporte en el piso para sus pies que aguantan la difícil tarea. Le prometo regalarle uno. No le cumplí, pero tan pronto regrese, lo hago.
Buscando una manera aparentemente fácil de ganarse la vida, y lidiando con hijos adolescentes, pues ella amontona bolsitas y bolsitas de tortillas para vender. Y tiene pedidos “comerciales” y ganas de hacer de esto, un negocio formal. Y es ahí donde paro orejas.
Se me vienen a la cabeza un montón de ideas de cómo hacerlo, pero ni siquiera se las compartí. Quisiera ver en estos pueblos, con esta gente emprendedora y empresaria por naturaleza y por necesidad, un apoyo formal. Me asombra el gran potencial que tiene México en este rubro. Lo que sentí y según mi experiencia, es el desperdicio de posibilidades. Como si tuviésemos todo, pero no “aterrizamos” con una buena estrategia. Teóricamente, los muchachos recién egresados de preparatorias técnicas y universidades, tienen todo. Nos falta el “hacer equipo” bajo un proyecto. Apadrinarlo (o amadrinarlo) con ganas hasta sus últimas consecuencias.
Los que saben, no lo comparten, y los que lo trabajan, pues lo empiezan a “tumbos” y como lo que se dice en inglés bajo el “trial and error”…es decir, tratando a costa de errores…
Me sentí un poco abrumada por la falta que tenemos de aterrizar las cosas en sus tiempos. ¡Ah!, los tiempos tan importantes. Se nos va la vida pensando en lo que pudiese haber sido; en lo que podríamos haber logrado si esto o aquello, y siempre con la idea de que “sea lo que Dios quiera”. Pero creo que Dios quiere que utilicemos todos, toditos los talentos que traemos desde que nacemos. Por eso admiro la labor de los “constructores” como los albañiles, los cocineros, los cantantes, los médicos, los taxistas y hasta de los que quieren escribir, como lo hago yo. ¿Cuántas cosas en esta profesión del escribano (porque decir escritor es una palabra seria y mayor) están por lograrse en mi persona.
En estos mensajes que les comparto de mis vivencias, quisiera “aterrizar” sentimientos, vivencias, ideas, planes, y pues sigo haciéndolo con los ojos cerrados y cometiendo errores.
Bueno, creo que ya debo empezar por mí misma a utilizar la técnica y los pormenores de este oficio que plasma en estas RELATORIAS que ustedes, amigos, reciben sin cortapisas.
Agradecida infinitamente por ello.
Reciban, por lo pronto, mi saludo afectuoso.