Tuve un medio parientón lejano que hablaba de países recónditos y de personajes claves de esta civilización como si fuera un verdadero cosmopolita. Apenas se movía de su silla de madera apostada en una de esas puertas de las antiguas casas del Norte de México que tenían un corredor al que llamábamos zaguán.
Este primo del primo de la prima de mi abuela (o algo así) y de quien no recuerdo su nombre, me decía que los libros y las letras lo llevaban por el mundo. Así que empezó leyendo aquella revista (quienes muchos ahora, especialmente los intelectuales consideran “obsoleta”) conocida popularmente como la Selecciones (Reader’s Digest). Esto lo llevó, por la referencia que hacian algunos articulistas, a los escritores clásicos como Platón, Aristóteles, Homero. Luego Sartre, Hegel y una lista interminable. Y qué decir de viajar a Marruecos, Shangai, Rusia, París, Italia…
Yo lo escuchaba embelesada porque pues a mis ocho años de edad, también viajaba con él montándome en el avión de la imaginación. Así, aunque nunca fui lectora, lo que se dice lectora, pues sí tomaba lo que se pusiera enfrente especialmente si olía a papel, y si tenia fotografías. Eso quizás más como para evadirme de realidades groseras. Siempre tendía a imaginarme que había otros mundos “sublimes”.
Así que cuando fortuitamente cayó a mis manos “La Palabra Educación” de Juan José Arreola, pues mi mente y mi corazón se transformaron.
Leí el libro como si el autor estuviese sentado al lado mío compartiendo una de esas conversaciones ligeras que no llegan al debate, sino a la reconciliación en el modo de pensar. Estaría quizás entrando a la escuela secundaria, siempre ávida de vivir en otros mundos. Las ideas de este personaje de cabellos hirsutos y loco mirar se me grabaron en la mente. Un asunto que me siguió siempre fue el de la educación universitaria. Hablaba Arreola de la “universalidad” de la educación. De lo que debería ser. Sugería que el mundo de las ideas universales debe prevalecer en nuestra formación intelectual y no en lo que desde entonces ya se vislumbraba como un sistema actual de aprendizaje especializado en el que no podemos utilizar el lenguaje del todo. Ahora es una cadena de conceptos interdisciplinarios que lejos de conformar, dividen la formación académica. Estos estudios se llevan a cabo en las que se llaman Facultades universitarias. Como ejemplo, pues las facultades de Medicina, de Filosofía, de Leyes, de Ingeniería, de Arquitectura, etc.
De ahí seguí ininterrumpidamente a Arreola en sus presentaciones televisivas. !Adorable!.
Nunca me imaginé conocerlo en persona.
En medio de un tumulto de gente y durante su presentación en el Tec de Monterrey, no me quedó más remedio que escribirle una nota a la carrera y entregársela tímidamente. Se la puse en las manos. La leyó, y para mi sorpresa empezó a gritar mi nombre queriendo saber quien era yo. ¿Quién es Nora Oranday? gritó.
El coordinador del evento, del departamento de Difusión Cultural del Tecnológico de Monterrey, y quien organizó esta presentación bajo el nombre de “Compresencias”, me vio como diciéndome: “Ay Nora… ¿ahora qué hiciste?
Un poco contenta de la súbita notoriedad que alcancé esa noche, fui a donde me llamaba. Me vio a los ojos y me besó las manos. Me dijo. “Gracias”. Y de ahí a conversar largo y tendido. No les comparto detalles porque la verdad, sería interminable. Seré sincera y les diré que me fui a otro plano. No escribí nada (ahora me arrepiento) sobre esta experiencia.
Lo único que sigue conmigo es su mirada, su apretón de manos, su tono de voz y su animosidad al hablar de las letras, de la literatura, del mexicano.
Después, como ahora, me sentí triste por haber desperdiciado la oportunidad de escribir de ello.
Ese desperdicio lo volví a cometer cuando conocí también cercanamente a Juan Rulfo. Al zacatecano Mauricio Madadaleno sí lo disfruté. Excelente conversación sobre política, especialmente del presidente Luis Echeverría.
Ahora, en Chicago y gracias a una amiga , Nora Sotelo, también de Zapotlán EL Grande, Jalisco, los recuerdos llegan. Con el título de Juan Jose Arreola, Homenaje Centenario y en colaboración con la Casa Taller Literario Juan Jose Arreola, a esta otra Nora, se le ocurre conmemorar en el 21 de septiembre el nacimiento de este querido escritor.
Por motivos de quien jala los hilos de la vida desde “arriba” no pude asistir al evento. Tampoco creo que me arrepiento. Quizá deseé, en el fondo de mi corazón, mantener esto como una experiencia sublime de antaño… ¿quién lo sabe?
Me han dicho que fue todo un éxito porque eventos de este nivel se dan poco entre la comunidad mexicana en los Estados Unidos. Especialmente ahora, y no sé porqué…