Recibiendo el título de la escuela secundaria.
Recibiendo el título de la escuela secundaria.
DEL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER
Siempre hay una primera vez
Y cada uno de nosotros tenemos una en nuestra vida.
Me place, y porque les repito, soy egocéntrica, que no es lo mismo ser ególatra, compartirles una de esas primeras veces.
Mi mamá, un gran personaje en mi vida, quien me albergó en su vientre segura de que traía algo bueno al mundo (¿qué madre no piensa eso?) me aventó a la vida y me abrió camino para siempre ser la primera en algo, en lo que fuera.
Y así fui la primera presidente mujer de la sociedad de alumnos de la Escuela Secundaria a la que asistí en mi pueblo. El estudiantado, pasmado, pero así me eligió. Entonces se lograron muchas cosas porque mis compañeros estudiantes eran los que me “correteaban" para darme ideas.
Así, entusiasmada y en esa época, se celebraba el Día Internacional de la Mujer. Y eso de “internacional" me caía muy bien. Ya sea porque quería evadirme de una realidad que no me gustaba vivir, o por simple interés personal.
En los mediodías, me subía al coche polvoso de mi papá y sólo me sentaba a disfrutar del calorcito de los primeros días de verano. Ahí escuchaba melodías que recibíamos desde una estación de radio de San Antonio Texas; esas que cantábamos en inglés sin saber realmente lo que decían.
En mi pueblo no había clases privadas de inglés y la verdad, las de la secundaria, pues muy parcas. … Ah pero ¡qué tal francés! Y el profe Leodegario Solís llegaba puntalmente a enseñarme ese idioma. Nos íbamos imaginariamente a Francia y muy en particular, a París. De ribete y como me gusta cantar, me echaba de mi ronco pecho una de Edith Piaf. Deleite total para mí. No sé si para mi querido profe, quien recién falleció.
PEROOOOO, me salí del tema.
Con el Día Internacional de la Mujer, mando pedir los formatos de inscripción para participar en la Convención que se llevó a cabo en África.
Mentí tremendamente. Yo había modificado mi edad para ver si me dejaban asistir y obviamente hacer las reservaciones a ese continente. Puro cuento, solo quería seguir mis deseos, se cumplieran o no.
Y así sigo en esta vida... aventándome a todo, aunque luego parezca como canica en lavamanos. Pero déjenme solita en esto. Me encanta inventarme realidades. Descubrieron que yo no tenía ni siquiera la mayoría de edad, sino que apenas andaba en los primeros 14 años de una vida que ya lleva 65.
Y que me regresan toda la intención.
Ustedes se imaginan si lo hubiera logrado. Qué bueno hubiese sido. En este intento descubrí la palabra Apartheid. Mis maestros no sabían de qué se trataba. Ahora sé que fue una de las cosas más terribles que le pueden pasar a cualquiera que busque la libertad: La del Ser y luego de la de los pueblos.
Así que bueno, toda esa violencia en ese sangrado continente sea contra los hombres, las mujeres, los niños y bueno, ¿por qué no decirlo? contra los hermosos animales que lo pueblan.
Malditos sean quienes matan, malditos quienes celebran y promueven estas aberraciones de las guerras de guerrilla, de las guerras entre la gente... y el salvajismo que nos atrasa como seres humanos.
Mejor ahí lo dejo, por no querer maldecir ni a los malditos.
Con mi profe querido, Leodegario Solís y su linda esposa maestra Cecilia... ¡qué recuerdos! En foto reciente antes de su fallecimiento.