Todos mis amigos y los que no lo son, o intentan serlo, saben de mi predilección por las tacitas, platitos, cafeteras, joyas que, aunque son bisutería, son valiosas visual y estéticamente, así como muebles, tapices y demás cachivaches.

En mi reciente estancia en Chicago (ya saben que soy “binacional") mi amiga chiapaneca Gabriela Zárate, me dio el regalazo de llevarme a desayunar a un restaurante de los años veintes… y  luego, a una de esas tiendas de "segunda", pero de lujo. Todo fue un agasajo completo. Una, para mí, gran celebración.

Sí, les confirmo que vivo a veces en el pasado. Un pasado para mí glorioso y lleno de felicidad. Así, me remonto a épocas de antaño y me imagino a las personas que vivieron antes que yo. Seguramente individuos especiales que usaron estos productos muy de su época, cuando la calidad, la belleza y el amor que reflejan,  provenían del trabajo y la dedicación de quienes los diseñaron y los artesanos que los trabajaron. Hablo de aquellos que reflejaban el buen oficio y no la “chambonería” de quienes son trabajadores y no artistas.

Acá en Evanston, Illinois , en el centrito de la Ciudad, me encuentro con una tienda luminosa e impecable en su limpieza y el buen trato de sus dependientes. Nos trataron como reinas porque según una de ellas, nuestro interés por sus productos se mostraba “a leguas".

Aquí, por la influencia muy marcada de la herencia alemana o europea en general que inunda Illinois disfrutamos de cerámicas y obras de arte visual, las que nos sorprendieron por su calidad y buen gusto…  mencionando además lo asequible que fueron en precio.

Por lo pronto, les comparto algunas imágenes… me hubiese gustado mostrarles una vajilla muy al estilo provenzal francés que me compré en “módicas mensualidades", es decir, a tarjeta de crédito…. Gracias mi querida Gaby por hacerme tan feliz.